domingo, 31 de julio de 2011

Los niños son ciudadanos, no propiedad: Redim

Los niños son ciudadanos, no propiedad: Redim
Verónica de la Luz

Cuatro de cada diez habitantes de Puebla tienen de 0 a 17 años, es una población joven la que tiene el estado; sin embargo, la legislación en la materia es pobre y la percepción de los niños sigue siendo como una propiedad de las familias más que como ciudadanos.

La Red Nacional por los Derechos de la Infancia (Redim) presentó ayer por la tarde en la Universidad Iberoamericana algunas cifras que representan el menoscabo que para este grupo en todos los extractos sociales.

Uno de los primeras alertas de que Puebla debe cuidar al sector infantil es que rebasa la media nacional en población infantil –del 33 por ciento- con una población de dos millones 172 mil 686 niños, lo que implica un 37.6 por ciento de los ciudadanos.

El representante de la Redim en México, Juan Martín Pérez, reclamó al iniciar con la exposición de datos, que el número de población no impacta en el presupuesto asignado para el sector.

El ensayo temático de la Redim “La Infancia cuenta en México 2010” sugiere, de acuerdo al INEGI, que en la entidad uno de cada diez adolescentes de entre 12 y 17 años de edad son ninis; es decir, que 68 mil jóvenes de ambos sexos no estudian ni trabajan.

En contraste, dos de cada diez chicos de entre las mismas edades ya realizan alguna actividad económica. De los que trabajan, la mitad lo hace sin percibir algún pago y cuatro de cada diez recibe dos salarios mínimos o menos por sus labores.

Un 17 por ciento de los jóvenes de entre 12 y 17 años que trabajan, lo hacen por jornadas fuera de la ley, de más de ocho horas diarias.

En Puebla, el 7 por ciento de los niños y niñas sin actividades económicas, se dedican a las labores del hogar. Si se fragmenta la cifra por género, por cada niño que lo hace, doce niñas son amas de casa.

Condiciones poco favorables para los “reyes del hogar”
Al inicio de su vida, los niños ya son violentados por el hecho de no ser registrados.
De acuerdo con datos extraídos de la Secretaría de Salud, se calcula que en Puebla tres de cada diez infantes quedan sin registro durante su primer año de vida, lo que además de negarles el derecho a un nombre y una identidad, les desprotege en materia de salud, pues hasta para el acceso al Seguro Popular el requisito básico es el acta de nacimiento, comentó el experto.

Se sabe que el 75 por ciento de niños y niñas carece de servicios de seguridad social.

El estado está entre los cinco con mayor tasa de mortalidad infantil. Hay 16.5 muertes por cada mil menores de entre cero y 12 meses de edad.

Las enfermedades respiratorias también abonan al índice de mortalidad infantil; por esta causa hay 70 defunciones por cada 100 mil niños de cero a cuatro años.

Diez mil niñas “no quisieron jugar a la mamá” pero lo son; una de cada 20 adolescentes de 15 a 17 años tiene por lo menos un hijo. En total son 20 mil madres jóvenes.

La pobreza impacta en la calidad de vida de la mitad de los niños del país pese a que es sitio de residencia de Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, dijo la voz de Redim.

Eso explica por qué hasta el 2005, la mitad de la población en el estado acarreaba agua hasta sus hogares, al no contar con este servicio. Uno de cada cinco niños vivía hasta ese año en casas con pisos de tierra.

Dos de cada diez niños y niñas se ven más propensos a tener una vida desigual porque son indígenas. El 17 por ciento de la población de entre cero y 4 años es indígena.

Otra forma de violencia es negar a los menores las herramientas de estudio. Sólo tres de cada cinco niños y niñas inicia sus estudios a los tres años, y siete de cada diez jóvenes lograron concluir sus estudios de secundaria.

Aunque todos estos datos reflejan un panorama de la niñez en el estado, no son definitivos porque hay niños “invisibles” que viven en las calles o debajo los puentes, porque hay quienes trabajan como sirvientes en las casas o en rancherías, porque hay jornaleros. Todos ellos son una gran cifra que es imposible contar, estimó la representante de la Fundación JUCONI, Alison Lane, quien estuvo presente en la charla de la Iberoamericana.

Más violencia: sin legislación ni presupuesto para la niñez
Amén de las enfermedades o la pobreza, los niños son presa de las armas, del estrés social. Tan sólo en el 2008 se registró en Puebla una tasa de mortalidad por homicidio de cuatro muertes por cada 100 mil habitantes en la población de 15 a 17 años. Hay una tasa del 0.5 por ciento por homicidio a menores de cuatro años.

El Sistema Estatal DIF (SEDIF) registró en 2009 un total de tres mil 434 casos de maltrato infantil pero sólo el 16.7 por ciento de ellos fueron presentados ante el Ministerio Público, no por ello significa que fueron consumados a favor del infante.
Ocho de cada diez casos de maltrato infantil comprobado quedaron impunes.

Por todo este escenario, los representantes de Redim y Juconi, coincidieron en que es importante retomar la Ley para la Protección y los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes del Estado Libre y Soberano de Puebla, que se aprobó en 2007 pero que no ha implicado cambios para la vida real del sector infantil.

En la evaluación por estado de la calidad de leyes en materia infantil, Puebla fue reprobado con un 3.0 de calificación.

Los expertos también hablaron de la importancia de elevar a Secretaría al Sistema DIF porque así recibiría más recursos. El rector de la Iberoamericana, David Fernández Dávalos, coincidió en que se debe hacer una revisión de la ley en materia infantil, además de incluir a los niños en reglamentos estatales y municipales.

Por último dijo que se deben olvidar los intereses personales de grupos que no quieren la prosperidad, esto en pro del presente de México: los niños.

Poblanos sortean su vida en el "paso de la muerte"

Fenómeno migratorio, expone a "los mojados" al Fuego Cruzado
Verónica de la Luz / 26 junio 2011

Los poblanos no son ajenos al “Fuego Cruzado” que ha cobrado más de 300 mil víctimas.  No creen que los sicarios y la guerra contra el narco sean propios de los estados del norte, no quieren que México siga echando ilusiones a la fosa común.
Aunque en pequeños espacios, los poblanos analizan la violencia, el crimen organizado.  Ven a este último como “un monstruo sin pies ni cabeza” al que se puede combatir pero no con fuego, no con represión, no con desapariciones, amenazas, abusos y corrupción, sino con educación, empleo, renovación urgente del sistema de impartición de justicia, con el esfuerzo de una sociedad organizada.
Reflexiones todas, extraídas de la charla entre poblanos de la sociedad civil y la periodista Marcela Turati, en la presentación de su libro “Fuego Cruzado” en el Complejo Cultural Universitario (CCU).
La de Marcela no fue una ponencia como las que se acostumbran; el público y ella tuvieron una conexión que les llevó a compartir historias. Marcela las que ha reporteado y los poblanos de las que han sido testigos.
Las nubes grises y abultadas amenazaban con caer, quizá eso le daba un matiz más profundo de melancolía al análisis de violencia en un estado donde muchos dicen, son casos aislados.
Primero se habló de Ciudad Juárez y su incremento en muertes, que pasó de 300 en 2007 a tres mil en 2010. Hace algunos años, los habitantes de ese sitio vivían de manera normal -como ahora lo hacen los poblanos-, sin temor a ir de fiesta por la noche, sin miedo a caminar por las calles, sin el nerviosismo de comer en un restaurante, sin horror al recibir llamadas de números desconocidos.
Con voz algunas veces entrecortada, Turati dijo que ahora las familias de Juárez se encuentran en los templos para buscar consuelo por sus familiares o amigos ejecutados, vistan las Procuradurías para hallar cuerpos y culpables, investigan, se manifiestan y siguen al presidente Felipe Calderón en sus giras de trabajo para exigirle justicia.
El público se estremecía cuando la periodista relató que ante la impotencia de las autoridades por esclarecer las muertes, las madres de algunos ejecutados en Ciudad Juárez crearon talleres de duelo, mientras que un grupo de hiphoperos cantan contra la violencia; los ciudadanos marchan con participación de empresarios. Hay una parte de la sociedad civil que busca olvidar la realidad y recuperar las calles, pero no puede.
En Coahuila desaparecen jóvenes en horas y lugares clave, según testimonios recogidos por Turati. Pero esas y todas las desapariciones o ejecuciones se convierten en números que no eximen a una madre del dolor por perder a su hijo, o a un hijo de perder a su madre: “las cifras no solidarizan”.
Con un poco de discreción, un espectador levantó la mano para participar, dijo ser exmilitar. Exhibió que las Fuerzas Armadas no están preparadas para evitar disparos a la sociedad civil en las persecuciones. “Los militares tienen sentimientos pero me tocó ver las órdenes que recibían algunos para desaparecer a los justos, a quienes luchaban. Los enterraban y los medios (de información) decían que eran narcos o justificaban las muertes por riñas entre grupos armados”, explicó.
También hizo reflexionar al resto de los asistentes, en su mayoría hombres maduros, cuando dijo que el Estado jamás da cifras de los militares desertores, expertos en el manejo de armas. No se dice quiénes eran los narcos ejecutados o detenidos, se guarda su historia con especial cuidado, sus antecedentes y “podrían ser militares que se pasaron del otro lado”, agregó.

El paso de la muerte
Autoridades locales se han encargado de difundir que Puebla es un lugar seguro, pero los poblanos sí se sienten vulnerados ante la situación violenta que se vive en México; lo están.
Basta decir que el saldo de migrantes internacionales en la entidad fue de un 6.6 por ciento durante el quinquenio de 2005 a 2010, según el último Censo de Población y Vivienda del Inegi, lo que colocó al estado como el quinto a nivel nacional en número de migración.
Al menos 135 mil 568 personas que cinco años antes del Censo vivían en Puebla, fueron registradas en 2010 como residentes de otro estado.
En tanto, la población que en junio del año pasado declaró haber residido cinco años antes en el extranjero fue de 43 mil 152 personas; en 1990 fueron apenas tres mil 267 poblanos migrantes. Luego entonces, durante los últimos 20 años disparó un 92.4 por ciento el número de migrantes internacionales.
El destino preferido es Estados Unidos, con paradas en Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, sitios que fueron reconocidos por los poblanos como parte de la “industria de la muerte”, del “Estado fallido”.

Quitémosle lo glamuroso al narco
Los comentarios llegaron a analizar el “negocio” que implica la impunidad en México. Un hombre del público dijo que el narco, los secuestros y la violencia son parte de un negocio, de complicidades entre autoridades y delincuentes. “Todo esto podría tratarse de una forma de imponer miedo, de que la gente se separe, desvíe la mirada. La economía crece pero sospechosamente sin que crezca el empleo”, señaló.
Definió un ambiente poco alentador y catastrófico en México.
Ya con unas lágrimas en los ojos y luego de escuchar expresiones limpias y con rostros preocupados, Marcela Turati dijo que no es imposible la organización entre ciudadanos, quienes
-como Javier Silicia- marchan y buscan, hablan y unen.
Ante el clima que ven y huelen los jóvenes a diario -ya sea por la prensa o desde sus colonias o barrios- la sala de reflexión concluyó que hace falta renovar la educación e incrementar las oportunidades de empleo para que cada vez haya menos historias que contar por ejecuciones, balas perdidas, secuestros, migración, violencia.
No importó extender la charla, nadie parecía cansarse de hablar y de analizar, pero todos debían regresar a casa, pensar en los salarios, en sus hijos, en recuperar la confianza en el otro.
Antes de terminar aquél “diálogo cruzado” en un país con “Fuego Cruzado”, Turati refirió: “dejemos de pensar que el narco es opulencia, es también un círculo pobreza, sufrimiento, viudas, huérfanos, cabezas de los hijos en las puertas de las mansiones (…) quitemos lo glamuroso al narco”.