domingo, 31 de julio de 2011

Poblanos sortean su vida en el "paso de la muerte"

Fenómeno migratorio, expone a "los mojados" al Fuego Cruzado
Verónica de la Luz / 26 junio 2011

Los poblanos no son ajenos al “Fuego Cruzado” que ha cobrado más de 300 mil víctimas.  No creen que los sicarios y la guerra contra el narco sean propios de los estados del norte, no quieren que México siga echando ilusiones a la fosa común.
Aunque en pequeños espacios, los poblanos analizan la violencia, el crimen organizado.  Ven a este último como “un monstruo sin pies ni cabeza” al que se puede combatir pero no con fuego, no con represión, no con desapariciones, amenazas, abusos y corrupción, sino con educación, empleo, renovación urgente del sistema de impartición de justicia, con el esfuerzo de una sociedad organizada.
Reflexiones todas, extraídas de la charla entre poblanos de la sociedad civil y la periodista Marcela Turati, en la presentación de su libro “Fuego Cruzado” en el Complejo Cultural Universitario (CCU).
La de Marcela no fue una ponencia como las que se acostumbran; el público y ella tuvieron una conexión que les llevó a compartir historias. Marcela las que ha reporteado y los poblanos de las que han sido testigos.
Las nubes grises y abultadas amenazaban con caer, quizá eso le daba un matiz más profundo de melancolía al análisis de violencia en un estado donde muchos dicen, son casos aislados.
Primero se habló de Ciudad Juárez y su incremento en muertes, que pasó de 300 en 2007 a tres mil en 2010. Hace algunos años, los habitantes de ese sitio vivían de manera normal -como ahora lo hacen los poblanos-, sin temor a ir de fiesta por la noche, sin miedo a caminar por las calles, sin el nerviosismo de comer en un restaurante, sin horror al recibir llamadas de números desconocidos.
Con voz algunas veces entrecortada, Turati dijo que ahora las familias de Juárez se encuentran en los templos para buscar consuelo por sus familiares o amigos ejecutados, vistan las Procuradurías para hallar cuerpos y culpables, investigan, se manifiestan y siguen al presidente Felipe Calderón en sus giras de trabajo para exigirle justicia.
El público se estremecía cuando la periodista relató que ante la impotencia de las autoridades por esclarecer las muertes, las madres de algunos ejecutados en Ciudad Juárez crearon talleres de duelo, mientras que un grupo de hiphoperos cantan contra la violencia; los ciudadanos marchan con participación de empresarios. Hay una parte de la sociedad civil que busca olvidar la realidad y recuperar las calles, pero no puede.
En Coahuila desaparecen jóvenes en horas y lugares clave, según testimonios recogidos por Turati. Pero esas y todas las desapariciones o ejecuciones se convierten en números que no eximen a una madre del dolor por perder a su hijo, o a un hijo de perder a su madre: “las cifras no solidarizan”.
Con un poco de discreción, un espectador levantó la mano para participar, dijo ser exmilitar. Exhibió que las Fuerzas Armadas no están preparadas para evitar disparos a la sociedad civil en las persecuciones. “Los militares tienen sentimientos pero me tocó ver las órdenes que recibían algunos para desaparecer a los justos, a quienes luchaban. Los enterraban y los medios (de información) decían que eran narcos o justificaban las muertes por riñas entre grupos armados”, explicó.
También hizo reflexionar al resto de los asistentes, en su mayoría hombres maduros, cuando dijo que el Estado jamás da cifras de los militares desertores, expertos en el manejo de armas. No se dice quiénes eran los narcos ejecutados o detenidos, se guarda su historia con especial cuidado, sus antecedentes y “podrían ser militares que se pasaron del otro lado”, agregó.

El paso de la muerte
Autoridades locales se han encargado de difundir que Puebla es un lugar seguro, pero los poblanos sí se sienten vulnerados ante la situación violenta que se vive en México; lo están.
Basta decir que el saldo de migrantes internacionales en la entidad fue de un 6.6 por ciento durante el quinquenio de 2005 a 2010, según el último Censo de Población y Vivienda del Inegi, lo que colocó al estado como el quinto a nivel nacional en número de migración.
Al menos 135 mil 568 personas que cinco años antes del Censo vivían en Puebla, fueron registradas en 2010 como residentes de otro estado.
En tanto, la población que en junio del año pasado declaró haber residido cinco años antes en el extranjero fue de 43 mil 152 personas; en 1990 fueron apenas tres mil 267 poblanos migrantes. Luego entonces, durante los últimos 20 años disparó un 92.4 por ciento el número de migrantes internacionales.
El destino preferido es Estados Unidos, con paradas en Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, sitios que fueron reconocidos por los poblanos como parte de la “industria de la muerte”, del “Estado fallido”.

Quitémosle lo glamuroso al narco
Los comentarios llegaron a analizar el “negocio” que implica la impunidad en México. Un hombre del público dijo que el narco, los secuestros y la violencia son parte de un negocio, de complicidades entre autoridades y delincuentes. “Todo esto podría tratarse de una forma de imponer miedo, de que la gente se separe, desvíe la mirada. La economía crece pero sospechosamente sin que crezca el empleo”, señaló.
Definió un ambiente poco alentador y catastrófico en México.
Ya con unas lágrimas en los ojos y luego de escuchar expresiones limpias y con rostros preocupados, Marcela Turati dijo que no es imposible la organización entre ciudadanos, quienes
-como Javier Silicia- marchan y buscan, hablan y unen.
Ante el clima que ven y huelen los jóvenes a diario -ya sea por la prensa o desde sus colonias o barrios- la sala de reflexión concluyó que hace falta renovar la educación e incrementar las oportunidades de empleo para que cada vez haya menos historias que contar por ejecuciones, balas perdidas, secuestros, migración, violencia.
No importó extender la charla, nadie parecía cansarse de hablar y de analizar, pero todos debían regresar a casa, pensar en los salarios, en sus hijos, en recuperar la confianza en el otro.
Antes de terminar aquél “diálogo cruzado” en un país con “Fuego Cruzado”, Turati refirió: “dejemos de pensar que el narco es opulencia, es también un círculo pobreza, sufrimiento, viudas, huérfanos, cabezas de los hijos en las puertas de las mansiones (…) quitemos lo glamuroso al narco”.
 

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